El espejo europeo: cómo cuidan su diáspora España, Portugal, Francia y Alemania (y cómo Italia decide alejarse)

14 agosto 2025 di
Katherine Muñoz Tufro

Este es el octavo artículo de la serie sobre la Ley N.º 74/2025, en la que he analizado sus aspectos normativos, constitucionales y prácticos. Hoy propongo salir de la mirada interna y poner a Italia en perspectiva comparada. La pregunta es sencilla: ¿cómo tratan otros países europeos a sus diásporas? ¿Qué modelo de ciudadanía adoptaron frente a sus comunidades históricas en el exterior? Y, sobre todo: ¿qué hizo Italia?

La respuesta es reveladora. Mientras países como España o Portugal fortalecieron su vínculo con los descendientes de emigrantes, Italia, con esta ley, optó por un camino opuesto: el de la restricción, el corte generacional y la desvinculación territorial.

España: ciudadanía como reparación histórica

España ha desarrollado políticas de ciudadanía orientadas al reencuentro con su diáspora, especialmente a través de:

  • La Ley de Memoria Histórica (2007)
  • Y la Ley de Memoria Democrática (2022)

Ambas normas reconocen el derecho a obtener la nacionalidad española a hijos y nietos de exiliados o emigrantes, sin exigir residencia ni renuncia a otra nacionalidad. El objetivo no es administrativo: es identitario y reparador. La lógica es restituir un vínculo truncado por razones históricas.

Portugal: continuidad cultural y vínculo afectivo

Portugal otorga ciudadanía a hijos y nietos de portugueses nacidos en el extranjero cuando se acredita vínculo afectivo con la comunidad nacional. Además, reconoce derechos especiales a comunidades históricamente vinculadas al país (como los descendientes de judíos sefardíes expulsados), sin imponer residencia como requisito.

El concepto que guía el sistema portugués es claro: la ciudadanía no se agota en el territorio, sino que se extiende por la cultura, la lengua y la memoria colectiva. No es una cuestión migratoria, sino de pertenencia simbólica y continuidad familiar.

Francia: integración sin castigo territorial

El modelo francés se basa en el ius soli reforzado. Aunque exige residencia para muchos casos, no penaliza con exclusión a quienes no la tienen. Un niño nacido en Francia puede acceder a la nacionalidad si ha residido allí, pero el vínculo con la diáspora francesa —aunque más tenue— no está condicionado a cortes abruptos.

La lógica del sistema francés es progresiva, incluso cuando incorpora elementos de control territorial. Pero lo hace sin romper con los principios de igualdad ni aplicar criterios retroactivos o punitivos.

Alemania: evolución hacia la apertura

Alemania pasó de un modelo estrictamente sanguíneo a uno mixto. Desde el año 2000, acepta el ius soli combinado con la residencia legal de los padres. Además, mantiene la ciudadanía por descendencia sin imponer barreras temporales excesivas.

El enfoque alemán es uno de apertura progresiva. No ha retrocedido sobre derechos previamente reconocidos ni ha impuesto requisitos retroactivos.

Italia: el caso inverso

Italia, hasta ahora, era un ejemplo de ciudadanía transnacional. La Ley 91/1992 reconocía la italianidad por sangre sin límite generacional ni residencia, reafirmando la identidad de millones de personas fuera del territorio nacional. La ciudadanía era declarativa, no concedida.

La Ley 74/2025 rompe ese paradigma. Introduce filtros generacionales, exige residencia para menores, excluye a quienes no presentaron su solicitud antes de una fecha fija, y convierte el reconocimiento de ciudadanía en un proceso territorializado, condicionado y excluyente.

Mientras otros países diseñan mecanismos para acercar a sus diásporas, Italia optó por cerrar el paso a las suyas, incluso a aquellas que ya venían manteniendo el vínculo histórico, lingüístico y documental durante generaciones.

Conclusión

El derecho comparado demuestra que no hay un único modelo legítimo de ciudadanía, pero sí hay tendencias claras:

  • España y Portugal se orientan hacia la reparación y el reencuentro.
  • Francia y Alemania evolucionan con criterios de integración y no exclusión.
  • Italia, en cambio, optó por el excepcionalismo regresivo, alejándose de los estándares europeos que buscan incluir, proteger y sostener el vínculo con las comunidades migrantes.

La ciudadanía italiana por sangre, tal como estaba consagrada en la Ley N.º 91/1992, era un ejemplo de continuidad identitaria. La Ley N.º 74/2025 desarma ese modelo sin ofrecer una alternativa integradora.

En el próximo artículo analizaré el impacto político y sociológico de la reforma: qué implica para la diáspora italiana, cómo reaccionó la sociedad civil, y qué tensiones internas se generaron en el propio sistema institucional italiano.

Katherine Muñoz Tufro 14 agosto 2025
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